El otro día, navegando por este inmenso mar llamado la Internet, encontré el blog de otra escritora quien se sienta cada viernes con una taza de café frente a su computadora a escribir en su blog. Esa ha sido mi intención desde agosto: sentarme cada jueves, pero hasta ahora no ha sido posible. Por muchas razones: asignaciones, situaciones, gestiones en la calle, falta de ganas, indisciplina y procrastinación. La lista pudiera seguir, pero creo que ya entendieron el punto.
Paso mucho tiempo frente a mi computadora, pero muy poco de ese tiempo está destinado a mi trabajo creativo, situación que tiene mi nivel de frustración en un rojo casi color vino. Pero aquí estoy. Intentándolo una vez más, haciendo un esfuerzo por disciplinarme y escribir at least on weekly basis.
Les presento a mi planta favorita (al menos en estos momentos):
Esta belleza estuvo en un tiesto más pequeño por muchos meses y amenazó con morirse en varias ocasiones. Al fin, hace dos semanas la transplanté a esta canasta y la coloqué donde el sol le da todos los días. Me sorprendo cada vez que la miro. Es otra planta. Creció, revivió, le gritó al mundo: ¡Aquí estoy, mírenme¡
Su actitud me hace pensar en nosotros los seres humanos. Cuantas veces estamos en una situación de dolor, de estancamiento, de conformidad y simplemente no salimos de ella. Nos quedamos ahí eternamente sin tomar acción, estancados y muriendo lentamente. Nuestras raíces no tienen espacio para crecer y eso se refleja en nuestras hojas. Cuantas veces aguantamos un mal trabajo, una pésima relación, una situación insoportable solo por miedo al cambio, por miedo a la soledad, por miedo al que dirán. Todos los miedos del mundo se agolpan en nuestra cabeza y nos limitan, impidiendo que tomemos acción sobre nuestra situación. Lamentablemente ella no podía transplantarse por sí sola. Nosotros sí.
Por experiencia sé que esto es cierto y posible. Por muchos años estuve en situaciones y lugares que no contribuían a mi crecimiento por diversas razones, pero tenía miedo de salir de ellas. Una vez lo hice, vi como florecí. Yo no me daba cuenta que estaba muriendo, pero las personas a mi alrededor sí lo notaban. Mi mejor amiga y mi madre, por ejemplo, vieron el cambio, vieron mi florecer y a mí me sorprendió que yo no lo hubiera visto: el tiesto era muy pequeño.
Si te sientes ahogad@, si ves que no estas creciendo, que estas estancad@, no lo pienses más y cambia de tiesto!!
¡Me encantó, Rosa! Me has motivado. Voy a escribir otra vez. Descubrí que necesito transplantarme y no esperaré más para hacerlo. ¡Gracias!
ResponderEliminar