domingo, 20 de marzo de 2011

Una escritora en formación

           El sabor de la pequeña galletita me transportó hasta Italia en una milésima de segundo.  Era un pequeño círculo cubierto de un glaseado de china y decorada con líneas diagonales de chocolate.  Sabía igual que las delicias que venden en los bares italianos, que a diferencia con los nuestros en América, venden “pasticceria fina” y toda clase de bebidas frías y calientes.  Mi mirada se perdió en la decoración del nuevo café al lado del río donde, sentada en una cómoda silla crema oscuro comencé a divagar, a pensar en el rumbo que ha tomado mi vida en los últimos años.
            Mientras vivía en Italia descubrí o me di cuenta que el sueño de mi vida era escribir.  Así que comencé a trabajar hacia eso.  Comencé a estudiar informalmente, a leer libros sobre técnicas de escritura, etc.  Tengo montones de libretas llenas de pedacitos: ideas, poemas, meditaciones, “prompts” (inicios), entre otras cosas.
            Entré en la universidad hace cinco años para recibir una educación formal y para mi sorpresa resulté ser mejor estudiante de lo fui en mi juventud.  Desde mi primer semestre de clases, tanto en español como en inglés, comenzaron a guiarme hacia la escritura de cuentos y de ensayos.  Fue el taller de español lo que despertó la cuentista en mí.  Todavía se me hace difícil seguir la estructura del mismo: el cuento se escribe en función del final, pero yo no sé nunca como van a terminar mis cuentos.
            Empiezo con una idea, con esa chispa creadora que enciende mi cerebro y me impulsa a poner por escrito el río que se desborda desde mi cabeza y que pide a gritos ser canalizado a través del papel.  Sigo escribiendo, escribiendo todo lo que viene a mi mente, tejiendo la historia como un suéter y, al igual que con mis tejidos, sufro al llegar a las terminaciones.  No sé como voy a terminar.  ¿Cómo termina?  A veces, en mis mejores cuentos me llega una idea sobre el final, que me enamora, como un par de zapatos en una vitrina, que me llaman y los imagino puestos, pienso que con tal o cual pieza de ropa van de maravilla.  Así, la mayoría de mis finales flirtean conmigo desde mi propia cabeza y acaban seduciéndome con sus encantos.
            Una vez llega la idea comienzo a escribir hacia ese final, acomodando las piezas de ese rompecabezas (no existe palabra mejor para describir el proceso), era eso que me faltaba y todo adquiere sentido.  Todo el que ha montado rompecabezas sabe que esas piezas finales son las más fáciles de acomodar.  Ya falta tan poco que resulta sumamente fácil saber donde va cada pieza.  Así con mis finales.  No podrían terminar de otra manera. (puedes leerlo en el archivo del 2010)
            Lo más interesante de escribir es cuando mis propios escritos me tocan.  Cuando vuelvo a leer mis historias y digo: “Wow” ¿yo escribí eso? O cuando se me hace un nudo en la garganta, como me sucede con Margarita que hasta ahora no he podido leerlo sin llorar al final.  Esa frase final me llegó casi cuando estaba por terminar y es, definitivamente, el cierre perfecto, el resumen, la explicación de lo que sucedió durante toda la historia.
            Pero yo no sabía eso cuando comencé a escribir.  Así que me debato entre si soy loca, anormal o tengo una mente brillante con la capacidad de escribir de manera cautivadora, aun cuando no sigo los patrones establecidos.  Aunque no siempre sucede eso. Tengo muchísimos cuentos y siguen a mitad porque no tengo idea de cómo terminarlos.  Pienso en los otros finales, que han sido tan buenos, y no puedo hacer menos con estos.  Después de todo, quizá no soy una genio.  Soy una escritora normal y corriente que tiene que romperse la cabeza (ven que esa era la palabra), para lograr escribir cosas buenas, convincentes y dignas de leerse.
            Finales, terminaciones, esto ha sido mi “handycap” durante toda mi vida.  Me emociona comenzar algo nuevo.  Ese escalofrío que te recorre el cuerpo cuando el genio creador, parte de la imagen de Dios en nosotros los seres humanos, se enciende y nos impele a nosotros los artistas, a comenzar una obra, a crear algo nunca antes hecho, nuevo, particular, diferente, hermoso, y agradable.  Tanto que habrá personas que pagarán por ver, escuchar o adquirir nuestra creación.
Una vez he pasado la fase del inicio, si no me llega ese final con bombos y platillos, lo dejo, abandono la historia a su suerte.  Dejo que navegue sola entre las páginas de los cuadernos apilados en mi cuarto o entre los giga bites de mi computadora.  Pero ellas, mis historias, al igual que niños recién nacidos, necesitan de sus padres para sustentarlos.  Sin mi no son nada, mueren, se marchitan y pasan a ser como abortos: niños que nunca nacieron.
Escribir o no escribir no es el dilema.  Llevo la escritura en mis venas, es una fuerza que me da energías, me da vida, ganas de seguir creando.  El dilema es cómo, cuándo, para qué, cuál es su propósito.  Mientras esa iluminación me llega, seguiré aquí, deslizando mi pluma sobre páginas en blanco o haciendo bailar mis dedos sobre el teclado de una computadora, vertiendo el chorro que salta desde mi cabeza.  El cómo, el cuándo y el para qué, ya llegarán.  Mientras tanto, seguiré escribiendo.   

jueves, 17 de marzo de 2011

Protesta

Protesta mi alma
mientras ellos destruyen mi Alma Mater
mientras la hacen pedazos delante de mis ojos
sin lograr hacer nada al respecto

Maniatada
sin ver una luz al final del túnel
Sin saber que hacer
que decir

Viendo como la injusticia campea por su respeto
y la mayoría es solo un espectador silente

Mientras el titiritero maneja su muñeco
"La cuota va"
dice la boca de madera del muñeco sin vida
que responde a intereses más altos y no a  la fuerza estudiantil

Cuota desproporcionada
exprimiendo al menos que tiene
Mientras los soldaditos de Figueroa Sancha
marchan en fila, pisoteando mi patrimonio

"LA VAN A CERRAR"
¿Amenaza o afirmación?
¿Será el "cuco" que nunca llega o será la profecía maldita
del destino prescrito por un gobierno que todo lo vende?

Dic 2010

sábado, 12 de marzo de 2011

Raíces de Amargura

¿Haz visto un árbol seco en medio de un bosque?  ¿Por qué ese está muerto y los demás están vivos y verdes?  ¿No llovió sobre él?  ¿Su pedazo de tierra era malo?  No.  Simplemente una de sus raíces se enredó en su propio tronco e impidió que el agua y los nutrientes de la tierra llegaran hasta las ramas del árbol.
        Así es una raíz de amargura.  Cuando no perdonamos o seguimos lamentándonos de una situación, creamos resentimiento.  Y si no lo controlamos, éste sigue creciendo hasta volverse en amargura.  Nada nos agrada, nada nos complace, todo nos sabe mal: amargo.
        Al igual que el árbol, nos secamos...
                             y un árbol seco no da fruto.

lunes, 7 de marzo de 2011

¿Qué significa poner la otra mejilla?

            ¿Qué significa poner la otra mejilla, ser la estera de alguien, dejar que te maltraten, convertirte en mártir?  Al menos valiera la pena si uno se convirtiera en redentor, Mesías o salvador, pero ¿morir solo por morir? 
            No sé por qué existe la extraña idea entre los cristianos de que ser humilde, tener “el espíritu de Cristo”, significa dejarse maltratar, humillar o que la otra gente haga contigo lo que les de la gana.  Sufrir vejámenes innecesariamente, soportar situaciones insoportables por qué “esa fue la cruz que me tocó llevar”.  Yo creo que una enfermedad congénita es una cruz; atravesar periodos de escasez o de estrechez económica también puede serlo; un hijo con una condición que necesite cuidado constante puede ser una cruz.  No me malinterpreten, los hijos dice la Biblia son bendición de Jehová.  Seguramente es una cruz que se lleva con gozo pero no deja de ser pesada.
            Vivir en una relación de maltrato, soportar los abusos de un jefe o de un supervisor en un trabajo y sobre todo, soportar a un líder eclesiástico o de algún ministerio que nos hace la vida imposible no son para mí ejemplos de cruces que hayamos sido llamad@s a cargar.  He visto a través de los años a muchas mujeres evangélicas soportar maridos que las maltratan, que les pegan, que no aportan nada al hogar, solo por que piensan que a “eso las llamó Dios”. 
            Me llama también mucho la atención la gente que sufre maltrato de parte de sus pastores o de otras personas en liderato dentro de las iglesias.  Por desgracia, he sido testigo de casos en las que personas muy allegadas y queridas para mí, no han huido de esos ambientes a tiempo y han terminado apartados del cuerpo de Cristo, por no dejar a un maltrante-dominador a tiempo.  Le dije a esa persona: “escapa por tu vida, vete a otra iglesia, te estás secando en ese ambiente” y me contestó que no, que Dios no le había dado salida… Pues, finalmente se salió al mundo.  Han pasado más de diez años del suceso y todavía está tratando de levantarse de una caída que se hubiera evitado si hubiera salido de aquella situación a tiempo. 
            Creo que cuando Jesús dijo que debíamos poner la otra mejilla se refería a no pagar mal con mal, a no tomar venganza contra los que nos hacen mal.  Pero si la gota te está mojando, muévete a donde no te mojes.  No estás llamado a seguir “recibiendo galletas”, estás llamado a no tomar venganza ni represalias, a ser manso como paloma pero astuto como serpiente.  Si hay un peligro inminente que viene hacia nosotros, como un árbol que se cae, una pared que se nos viene encima, un automóvil fuera de control, de seguro huimos de la amenaza y nos ponemos a salvo.  ¿Por qué se nos hace tan difícil poder ver los peligros que se avecinan hacia nosotros y que ponen en riesgo nuestra vida espiritual y/o emocional? 
            Evaluemos las situaciones en nuestra vida que nos hacen infelices, que nos oprimen, que nos roban la paz y veamos como éstas afectan nuestra vida.  No seamos presas de las mentiras que nos quiere mantener en opresión, creando en nosotros situaciones desgastantes que agotan nuestras fuerzas emocionales y espirituales, sin dejarnos ánimo para luchar y menos en capacidad de vencer. 

Semillas

En el Jardín del Edén

 Dios plantó árboles grandes.

El resto del tiempo,

Él planta semillas.

Flores en la arena


      No deja de sorprenderme el caminar por la playa y encontrar flores en un lugar donde no deberían estar.  Por lo menos aquí en el trópico no raro ver vegetación verde y con fruto en las costas.  Lo interesante es que algunos de esos árboles o arbustos que crecen a la orilla del mar, no solo florecen, sino que dan fruto.  Las palmas crecen en terreno arenoso y salado,  las uvas playeras también.  Esto me hace pensar en ese famoso pensamiento que dice que debemos florecer allí donde fuimos plantados.  Muchas veces nos quejamos de nuestras circunstancias, de nuestra “mala suerte”, de lo difícil que es todo en nuestra vida, pero raras veces nos sentamos a pensar, a meditar cuál es la razón por la que tengo que pasar por esta dificultad o qué propósito tiene Dios para conmigo aquí y ahora.  Todo tiene una razón.  Nada ocurre por casualidad, las causalidades son la especialidad de Dios.  Así que cuando atravieses un terreno arenoso en la vida, no te quejes por lo árido y comienza a mirar las flores.

domingo, 6 de marzo de 2011

¿Qué es una Jamona?

            Esta pregunta surgió en mi clase de inglés mientras discutíamos los personajes de una novela.  La discusión comenzó a girar sobre que era una jamona, si todavía existían, que pensaba la gente, en fin, qué significaba esa palabra tan horrible que desentona al oído y ofende a cualquiera que se la llame así.
            La profesora paró la discusión porque cuando leyéramos  el capítulo Why women remain jamona del libro When I was Puerto Rican de Esmeralda Santiago retomaríamos el tema.  Yo me quedé con la pregunta navegando en el cuerpo, sobre todo porque me toca muy de cerca.  Sé que para muchas personas yo soy un miembro de ese grupo de mujeres a las que se les mira con pena y con sorpresa a veces y otras, especialmente cuando se está pasando por alguna angustia por causa de un maldito hombre, con envidia.
            Comencé a pensar sobre el concepto, sobre la evolución del mismo en el tiempo, y como ve la sociedad a las mujeres solteras hoy día.  Mi definición personal sobre una jamona es una mujer que nunca se ha casado y que se amargó en el proceso.  Siempre he dicho también que podría nunca casarme, pero jamás seré jamona.  Nunca permitiré amargarme por el hecho de que no haya habido ningún hombre lo suficientemente inteligente para descubrir a esta maravilla de mujer. 
            Hablando un poco más en serio, pienso que la sociedad ha cambiado un poco, sobre todo las nuevas generaciones, en relación a su postura hacia las mujeres solteras.  La gente mayor todavía tiene esos conceptos y se oye un: “Bendito, nunca te casaste”, como si estuvieran parados frente a mi ataúd, porque ya me morí y se acabó toda esperanza para mí.  A las nuevas generaciones, sobre todo a mis amigas casadas, que llevan malos o difíciles matrimonios, las oigo decir:  “nena, quédate así. No hay nada mejor que estar soltera.  Ya yo quisiera…”
            La realidad es que, como dicen, el matrimonio es una jaula y los pajaritos que están afuera quieren entrar y los que están adentro quieren salir.  Como todo en la vida, nada es perfecto, todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, y pienso que la balanza debería inclinarse hacia el lado de lo bueno, porque si no ciertamente no vale la pena.
            Personalmente estoy muy contenta con mi libertad, con mis espacios, con cocinar cuando me da la gana y si me da la gana, con no tener que rendir cuenta a nadie de donde estoy ni de donde vengo, con quien salgo o como gasto mi dinero, pero la realidad es que sí, quisiera casarme.  No para completarme como ser humano, o realizarme como mujer, porque ninguna persona tiene la capacidad de completar a otra que no se sienta completa.
            Me gustaría casarme para compartir mis logros, mis lágrimas y mi cama con alguien.  Para reír junto a un persona con sentido del humor, para leer poesía junto a un ser sensible que tenga la capacidad de elevar su espíritu a través de los versos inspirados por las musas, admirar una puesta de sol o una luna llena junto a un ser humano que sepa disfrutar de los espectáculos que nos ofrece la naturaleza.
            Soy mujer, me siento completa, persigo mis metas, soy buena en lo que hago, no soy fea.  Si llega, ¡BIENVENIDO! y si no, pues como dije antes… ÉL SE LO PIERDE.     

Para pensar...

Las palabras nunca se las lleva el viento.  Permanecen para siempre, como tinta indeleble en una carta de amor o como puñales que nos atraviesan el corazón

Despertando a una musa

            El año pasado tuve la oportunidad de asistir a la presentación de un libro editado por mi profesora de inglés.  Son una serie de ensayos de diferentes autores con temas pertenecientes a la diáspora puertorriqueña.  Fui a la actividad por varias razones: me encantan las presentaciones de libros (algún día mis amigos irán a las mías), me cae bien la profesora y quise acompañarla en un momento especial para la vida de cualquier escritor o editor que consigue recoger con mucho esfuerzo su material y logra ser publicado.  No me equivoqué en mi decisión de ir, ya que la totalidad de la actividad me sirvió de inspiración.
             La actividad se celebró en la Librería La Tertulia.  Ya ese ambiente de librería, que es sagrado para mí, sirvió de alimento para mi hambrienta alma de escritora.  Estar allí sentada, era como estar en una galería de arte: miraba los libros, leía sus títulos, me inspiraba con solo leerlos. 
             Es difícil poder explicar, y sobre todo entenderlo para aquellos que no son artistas, el extraño proceso de la inspiración.  A veces es una frase, otras veces una imagen, un comentario, un incidente trivial de la vida diaria, una noticia en la radio y a veces un pensamiento que te llega, sin saber de donde o por que y se estaciona en la mente hasta que decides montarlo y echarlo a correr. 
             Escuchar sobre el proceso de edición, sobre los procesos de vida que llevaron a la Dra. Carmen Haydee Rivera Vega a interesarse por su tema de trabajo, aquello que la apasiona, que la mueve, ver a la gente que la admira y la apoya, fue una inspiración en sí mismo, ya que ese proceso que es escribir, aunque se dé en solitario, no es un camino que los escritores recorramos solos.  Es necesario el apoyo, la crítica, la paciencia de aquellos a los que les robamos tiempo y la tolerancia que aquellos que tienen que sufrir nuestra ausencia, para lograr el producto final de nuestra empresa: un libro.
             Al pasear por la librería, mientras la profesora firmaba los libros a aquellos que solicitaban su autógrafo, leía títulos, examinaba algunas reseñas en las contraportadas y me paré a examinar las fotos de algunos de los dioses de aquel santuario: Borges, Neruda, García Márquez y Cortazar.  Era un viaje a través del tiempo:  aquel pasado en el que otros ya escribieron y fueron leídos, el futuro en el que sueño ver mis libros en aquellos estantes y el presente, en el que Rivera Vega presenta su libro y yo sueño con mi propia presentación.
             No me equivoqué en ir.  No escribía nada hacía dos meses, nada bueno al menos… y de repente, allí, parada en medio de aquel templo al libro, al escritor y al intelecto, el río comenzó a fluir.  Ese extraño proceso, tan difícil por no decir imposible de describir, comenzó a darse.  Como cada vez que Calíope o Erato me visitan, en mi mente comenzaron a correr las palabras, las frases, las oraciones, los conceptos, comenzaron a formase ideas que pedían a gritos ser puestas sobre papel. 
             Al día siguiente, sentada en un Starbuck cualquiera, tomé mi libreta y comencé a escribir.  Al releer lo escrito supe que mi musa no me había abandonado, solo estaba dormida en un rincón, esperando ser despertada y fue la presentación, la narración del proceso y la visita a aquel templo del libro lo que susurró en su oído: Despierta, mi bien, despierta…