Esta pregunta surgió en mi clase de inglés mientras discutíamos los personajes de una novela. La discusión comenzó a girar sobre que era una jamona, si todavía existían, que pensaba la gente, en fin, qué significaba esa palabra tan horrible que desentona al oído y ofende a cualquiera que se la llame así.
La profesora paró la discusión porque cuando leyéramos el capítulo Why women remain jamona del libro When I was Puerto Rican de Esmeralda Santiago retomaríamos el tema. Yo me quedé con la pregunta navegando en el cuerpo, sobre todo porque me toca muy de cerca. Sé que para muchas personas yo soy un miembro de ese grupo de mujeres a las que se les mira con pena y con sorpresa a veces y otras, especialmente cuando se está pasando por alguna angustia por causa de un maldito hombre, con envidia.
Comencé a pensar sobre el concepto, sobre la evolución del mismo en el tiempo, y como ve la sociedad a las mujeres solteras hoy día. Mi definición personal sobre una jamona es una mujer que nunca se ha casado y que se amargó en el proceso. Siempre he dicho también que podría nunca casarme, pero jamás seré jamona. Nunca permitiré amargarme por el hecho de que no haya habido ningún hombre lo suficientemente inteligente para descubrir a esta maravilla de mujer.
Hablando un poco más en serio, pienso que la sociedad ha cambiado un poco, sobre todo las nuevas generaciones, en relación a su postura hacia las mujeres solteras. La gente mayor todavía tiene esos conceptos y se oye un: “Bendito, nunca te casaste”, como si estuvieran parados frente a mi ataúd, porque ya me morí y se acabó toda esperanza para mí. A las nuevas generaciones, sobre todo a mis amigas casadas, que llevan malos o difíciles matrimonios, las oigo decir: “nena, quédate así. No hay nada mejor que estar soltera. Ya yo quisiera…”
La realidad es que, como dicen, el matrimonio es una jaula y los pajaritos que están afuera quieren entrar y los que están adentro quieren salir. Como todo en la vida, nada es perfecto, todo tiene sus cosas buenas y sus cosas malas, y pienso que la balanza debería inclinarse hacia el lado de lo bueno, porque si no ciertamente no vale la pena.
Personalmente estoy muy contenta con mi libertad, con mis espacios, con cocinar cuando me da la gana y si me da la gana, con no tener que rendir cuenta a nadie de donde estoy ni de donde vengo, con quien salgo o como gasto mi dinero, pero la realidad es que sí, quisiera casarme. No para completarme como ser humano, o realizarme como mujer, porque ninguna persona tiene la capacidad de completar a otra que no se sienta completa.
Me gustaría casarme para compartir mis logros, mis lágrimas y mi cama con alguien. Para reír junto a un persona con sentido del humor, para leer poesía junto a un ser sensible que tenga la capacidad de elevar su espíritu a través de los versos inspirados por las musas, admirar una puesta de sol o una luna llena junto a un ser humano que sepa disfrutar de los espectáculos que nos ofrece la naturaleza.
Soy mujer, me siento completa, persigo mis metas, soy buena en lo que hago, no soy fea. Si llega, ¡BIENVENIDO! y si no, pues como dije antes… ÉL SE LO PIERDE.
Este comentario ha sido eliminado por un administrador del blog.
ResponderEliminar